Los estudios auditivos miden sólo lo que somos capaces de oír, pero eso no es suficiente. Lo importante es cómo llega la información auditiva al cerebro para su procesamiento y transformación en significado.
No hablamos de sordera o cantidad de audición, sino de calidad de audición.
Una baja calidad dificulta la correcta adquisición del lenguaje, el desarrollo de la lectoescritura, del oído musical, del aprendizaje de lenguas extranjeras y la capacidad de atención y memoria.